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El Renacer de Jordi

Hacía calor, la armadura le pesaba y la piel le ardía, pero no podía detenerse, no después de todo lo que había pasado para llegar hasta allí. Tantos amigos perdidos… ¿amigos?, ¡NO! ¡HERMANOS! Agarró con fuerza su espada apretando los dientes que le quedaban en una mueca simiesca esquivando por muy poco la descomunal columna de fuego que sin duda le habría reducido a cenizas, dejando solo un recuerdo de su presencia por una destrozada armadura y una fría y extraña espada.

 

¡¿DÓNDE ESTÁS?! Gritaba con insistencia la criatura de escamada piel dorada. ¿¡ACASO EL GRAN Y NOBLE CABALLERO TIENE MIEDO!? ¡JA!, ¡JA!, ¡JA! Se reía con atronadora voz haciendo temblar toda la cueva.

 

Maldito… Se lamentaba el caballero golpeando el suelo con el puño sano. Si no hubiese sido tan vanidoso… Las lágrimas empezaron a brotar de sus enrojecidos ojos. Hacia tanto que no lloraba… Desde que su mujer y su hija perecieron bajo las espadas de aquel tirano maníaco. Fue entonces cuando juró que no existiría injusticia sin castigo, empezando con el de su familia, y bien que cobró su venganza…

 

¡Y ESTA VEZ NO IBA A SER DISTINTO!

 

Se quitó el yelmo lanzándolo a un lado, llenó sus pulmones con todo el aire que sus rotas costillas le permitieron inspirar y empujó con todas su fuerzas la desmenuzada columna que sostenía el techo. ¡Sólo un poco más…! ¡Vámos!

 

Cascotes de piedra empezaron a caer bajo el temblor y el peso del techo. Una de ellas impactó al caballero en el hombro lanzándolo al suelo boca arriba. Ya no importaba… el trabajo estaba hecho. La columna cedió por el centro con un estallido ensordecedor acrecentado por el eco de la cueva. Las estalactitas se desprendieron cayendo como una lluvia de afiladas estacas en busca de una blanda carne que desgarrar con su afilado peso.

 

¿QUÉ HAS HECHO? ¡NOS MATARÁS A LOS DOS! Gritaba la bestia enfurecida mientras las estalactitas rajaban su reluciente piel llenando su cuerpo de profundos cortes.

 

El caballero reía entre tosidos con cada grito que profería el dragón. Por fin podría descansar. ¿Cuantos habían encontrado su merecido bajo su espada? ¿A cuántos había perdonado bajo la promesa de volver a cobrar el castigo si no se redimía? ¿Cuántos supuestos Nobles se habían arrodillado ante él?

 

El caballero se repetía esas preguntas una y otra vez bajo la seguridad de un final inminente, pero el destino puede ser muy cruel y en ese momento quiso que las desgracias no fuesen solas. La distancia que separaba las dos mitades volvió a juntarse con la caída del techo. La partida columna sustentó el techo una vez más, al menos de momento. Los temblores cedieron, la lluvia paró y el miedo más negro inundó el corazón del caballero. Allí tendido, indefenso, no tenía más opción que rezar que todo acabara cuanto antes.

 

Con los ojos cerrados, los brazos abiertos se preparó para lo peor, pero una imagen apareció de la oscuridad. La bellísima princesa Dianna encadenada en la pared, asustada, llorando gritando su nombre.

 

¡Jordi! ¡Jordi! ¡Jordi! ¡Sálvame Jordi!

 

El puño se cerró sobre el mango de la espada decidido a no soltarla hasta que uno de los dos hubiese muerto.

 

¡O ÉL O EL DRAGÓN!

 

Jordi levantó los párpados mostrando unos ojos rojos inyectados en sangre. Estrellas bailaban juguetonas ante él, los pulmones le dolían, y su brazo izquierdo colgaba inútilmente. Cada movimiento le exigía un gasto extra de energía y un tiempo del cual no disponía. Pero iba a terminar con esto de una u otra forma y decidió tentar la surte una última vez.

 

¡AQUÍ ESTOY MALDITO! ¡VEN POR TU PREMIO! Gritó con su último aliento.

 

¿Tantas ganas tienes de morir? ¿Qué ha pasado con todo ese coraje que mostraste en la entrada? – Susurró el Dragón burlonamente mientras se acercaba.

 

Vamos…Un poco más… Sólo necesito una oportunidad…-Se repetía Jordi.

 

La pestilencia y degeneración que despedía el aliento del dragón izo presencia tras un reguero de sangre lila que bañaba el suelo de la caverna. Acercó el descomunal hocico al caballero y respiró tres veces, tras lo cual soltó una carcajada de superioridad. Fue en ese instante cuando Jordi vio el cuello del monstruo brillante y desprotegido. Reunió las pocas fuerzas que le quedaban para dar su última estocada mortal. Con un rápido movimiento lanzó su ataque acertándole de lleno en la nuez…Pero no apareció herida alguna, la piel seguía intacta como si no hubiese recibido corte alguno. ¿Acaso esa espada no era mágica? ¿Le abrían engañado esos comerciantes cuando se la vendieron?

 

El dragón retrocedió asustado un par de pasos palpándose el cuello. Ya tenía suficientes cortes en la espalda como para recibir uno en el cuello pensó preocupado. Al comprobar que la piel seguía igual de lisa se carcajeó el doble de fuerte mientras levantaba el cuerpo de Jordi por el tobillo sujetándole con la cola.

 

AL PARECER TE HE SUBESTIMADO, PERO ES LA ÚLTIMA VEZ. ¡HASTA NUNCA!

 

Lanzó al caballero por los aires cual muñeco de trapo, abrió la boca mostrando sus blancos y gigantescos dientes dispuesto a tragarse de un solo bocado a ese descarado creído que había osado desafiarle en su propia casa, tratándole como un cualquiera sin capacidad de defenderse. Deslizó la lila lengua por sus dorados labios de lagarto y de repente, la columna estalló por completo disparando piedras de todos los tamaños en todas direcciones. Muchas de ellas impactaron en la cabeza del dragón y una, la más afilada, atravesó el amarillo ojo rajando la alargada pupila.

 

Aprovechando la situación Jordi tensó los músculos que aún le respondían y colocó la espada apuntando al lomo del dragón que se retorcía de dolor. Gritando con todas sus fuerzas cayó en picado cual águila rapaz tras su presa, hundiendo todo el largo de la espada en una de las muchas heridas descubiertas del lomo del dragón.

 

Todo ocurrió en apenas una fracción de segundo, el dragón, simplemente dejó de moverse en cuando la punta de la espada rajó su corazón en dos partes. El caballero salió despedido bañado en la pegajosa y lila sangre que salía a presión de la mortal herida pasando por el único pasillo de entrada y salida de la caverna.El techo termino desplomándose por completo enterrando el cadáver sin vida de la criatura así como todo su tesoro de oro, joyas, gemas y armas acumulado pacientemente a lo largo de los siglos.

 

Muerto el dragón, y salvada la princesa, Jordi, el valeroso caballero podía por fin descansar tranquilo y en paz, por fin volvería a ver a su familia. Cerró los ojos y se dejó llevar por la gélida sensación mortecina que le subía por los pies.

 

Pero como he dicho antes el destino es cruel, y en algunas ocasiones más que otras.

 

Jordi, en vez de reunirse con su tan amada mujer e hija se despertó tendido donde había caído. Su cuerpo había sanado milagrosamente. Se puso en pié bañado por el calor de los rayos de sol que se colaban por los agujeros del techo derrumbado y miro a su alrededor. Estoy vivo, no puedo creer que siga con vida y totalmente sanado, se dijo mientras contemplaba atónito como una planta surgía entre el montón de rocas que cubrían los restos de la batalla. Esa planta creció en cuestión de segundos convirtiéndose en una hermosa rosa roja, la más bella y hermosa que jamás había visto. Tan bella como… Dianna. Se giró sobresaltado, su princesa, le había dicho que huyese pero ¿había podido ponerse a salvo? ¿Estaría bien? Debía salir de aquel agujero infernal y reunirse con ella lo antes posible, no sin antes cortar aquella mágica flor.

 

El sol le cegó unos instantes hasta que se acostumbró después de tantas horas luchando por su vida en la penumbra. Unas voces atrajeron su atención y se fijó en una mujer sentada en una tumbona tomando el sol relajadamente. El ejército del Rey Celtic “El bestia” había levantado su campamento justo en la salida, riendo y bebiendo como si nada hubiese ocurrido.El desconcertado caballero caminó hacia la hermosa princesa saliendo a su encuentro un puñado de soldados que le golpearon y tiraron al suelo bajo insultos y vejaciones. Cuando levantó la mirada vio los finos y delicados zapatos hechos a medida de la princesa Dianna.

 

- ¿Qué significa esto caballero? -Soltó Dianna con asco.

- ¿Mi señora?... No entiendo…-Dijo Jordi perplejo.

- Estas cubierto de una asquerosa substancia lila. Y apestas.-Escupió sin cuidado al aturdido caballero.

 

Todos los soldados rieron al unísono con el comentario de su princesa. ¿Lila? ¡La sangre del dragón!, seguía cubierto de ella.

 

Pero… ¿Por qué le trataba de esa forma?¡

- ¿Y dónde está mi tesoro?!-Grito roja de rabia.

- ¡¡¡No creerás que he arriesgado mi vida por nada estúpido descerebrado!!! ¿Y esto? ¿Una Rosa? No me digas que…. Pretendías regalármela como muestra de tu amor ¿no es así? Jajajajajajajaja- Dijo con despiadada frialdad la bella princesa mientras la pisoteaba.

 

¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué había sido de esa princesa frágil pidiendo ayuda desesperadamente? ¿Así era en realidad esa mujer? ¿Una consentida niña mimada prepotente y pedante? ¿Por ella había arriesgado tanto?

 

¡¡¡ATENCIÓN!!!

 

El rey Celtic se acercaba sentado en trono transportado por esclavos de todas las regiones del reino. Cuando se levantó los esclavos se agacharon formado una escalera de carne y huesos.

 

- Papá, papá ese horrible caballero ha robado tu tesoro.

- ¡¡¡¿COMO?!!!- Gritó colérico el orondo rey.

- Yo sabía que por aquí había un enorme tesoro. En tus tierras. Por lo tanto tuyo. Y vine a reclamarlo escoltada por tus mejores soldados. Pero había un malvado dragón protegiendo tu tesoro pero decía que era suyo y que me marchara. Por supuesto no consentí esa osadía y tus soldados le atacaron pero el dragón se los comió como si nada y me encadenó a una húmeda y fría pared. Fue horrible. Y luego llegó ese tal Jordi prometiéndome salvarme y dar muerte al dragón recuperando tu tesoro, pero no ha cumplido su palabra. En vez de eso ha derrumbado la cueva tapando para siempre el tesoro. Y yo tuve que salir de la cueva corriendo como una vulgar pueblerina…-Dijo entre falsos sollozos.

- Pero…Entonces…El dragón solo protegía lo que era suyo por derecho…-Dijo Jordi con la boca abierta y los ojos desproporcionados.

- ¡¡¡¿SUYO?!!! ¿Es que acaso ignoras que todas estas tierras son mías? ¿Que todo lo que tu penosa vista alcanza es mío? Mi hija corriendo, el tesoro perdido y tu ¡¡¡Indemne!!! ¡¡¡Esto merece un castigo ejemplar!!! ¡¡¡¡Soldados!!! Llevad a este despojo al lago en la base de esta montaña y cortadle el cuello. Que su sangre tiña el agua tornándola roja para que todo el mundo sepa que este lugar queda prohibido ¡¡¡PARA SIEMPRE!!!

 

Dos soldados corrieron asintiendo, agarraron al perplejo caballero y lo arrastraron montaña abajo.Todo lo que siempre había creído, toda su ética y su moral ahora se resquebrajaban como el techo de la caverna donde yacía una víctima que sólo se defendía.El Monstro era la víctima y la víctima el monstruo. Ya nada tenía sentido, nada nunca más. ¿Cómo juzgar con estas pesquisas? ¿Había obrado bien hasta ahora? ¿Habría matado en realidad a gente inocente? Jordi ya no estaba seguro de nada y tampoco le importaba, pronto se acabaría todo, por fin podría descasar.

 

Pero el destino quiso que los dos soldados ordenados verdugos hubiesen sido en su día víctimas de uno de los ajusticiados de Jordi. Y por supuesto lo recordaban con detalle.

 

- Jordi, Jordi. Vamos corre.-Dijo uno de los dos soldados.

- Vamos, no sabemos si nos han seguido. Podrían matarnos por esto, o peor aún…-Dijo temblando el otro soldado.

- Cállate Juan, ¿Acaso has olvidado a quien nos salvó de una muerte segura?-Le respondió.

- No...No... Pero…Roberto…-Dijo como una súplica.

- Da igual, déjalo ahí y volvamos ya o sospecharán.

 

Los dos soldados se alejaron a toda prisa temiendo la colérica ira de su rey por haber tardado demasiado en cumplir sus órdenes.Jordi, tumbado en el suelo contemplaba su lila rostro reflejado en el agua del lago. No soportaba aquella imagen, no podía soportar lo que había hecho, no se soportaba a sí mismo, ya no quería vivir. Extendió los dos brazos y con poco esfuerzo se arrastró dentro del lago. El peso de los pedazos que quedaba de su armadura lo hundieron con rapidez y a medida que la luz del sol se disipaba más y más la oscuridad se adueñó de él. De pronto la imagen de su mujer se apareció ante sus ojos, sonriente, tranquila, su hija jugaba en el patio con un caballo de madera que él mismo había tallado como regalo. Por fin se sentía en paz.

 

Cuando su trasero tocó fondo una certeza se desenterró de lo más profundo de su mente como un barco hundido en el mar que es arrastrado otra vez por el fuerte oleaje. El caballero sabía que si se suicidaba su mujer y su hija no se lo perdonarían nunca así como dañar a un inocente… Había prometido sobre la tumba sin lápida de su familia luchar siempre por la justicia y reunirse con ellas sólo cuando fuese llamado desde arriba. Ya había roto una promesa ese mismo día, no deseaba fallar a su mujer una segunda vez.

 

Con un ágil movimiento de dedos la poca armadura que le quedaba liberó su cuerpo quedando tendida por siempre en el fondo del lago. A su vez Jordi empezó a nadar hacia la luz. Llevaba demasiado tiempo debajo del agua y los pulmones rabiaban por un poco de aire fresco. Solo un poco más y ya estaría fuera. La mente se le nublaba y las luces volvían a aparecer ante sus dilatadas pupilas mientras la luz del día reflejada en el agua se convertía en niebla espesa. Sus manos rascaron el aire seguida de su cabeza. Con un gemido gutural sus pulmones se llenaron con desgarradora fuerza permitiendo la entrada de aire y la vuelta a la vida de Jordi. Sus manos se clavaron en la tierra hundiendo los dedos mientras forcejeaba para salir del lago. Totalmente empapado se puso de pié, miró al cielo y resopló resignado.

 

Jordi murió en esa cueva junto con ese dragón. Me apartaré del mundo y dejaré que cada cual arregle lo suyo. Sólo me queda esperar a la muerte y cuando venga a buscarme la recibiré con los brazos abiertos.

 

Dijo mientras se alejaba montaña abajo…

 

 

Victor Lopez Barrientos        

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