top of page

El Amigo del Cazador

Era de noche.. El banquete ya había empezado, desde el bosque, se veía la luz salir de las ventanas del castillo. Todo el reino se había juntado esa misma noche por invitación explicita del mismísimo rey; era un día de celebración, el castillo resplandecía en la noche a viva luz de antorcha y vela. El cielo estaba despejado, la luna brillaba radiante pero no se veían estrellas, no esa noche, pues no todo el reino estaba de celebración.

 

Él, desde luego no…, posado en la rama más fuerte, del roble más alto se encontraba él.., en silencio, buscando a las estrellas que esa noche habían decidido desaparecer, quizá con el mismo propósito que el suyo…, venganza.

 

Para aquel entonces solo tenía 15 años, era un chico fuerte y bueno, al que con cariño sus padres llamaban pequeño cazador, dado que le encantaba pasarse el día perdido en el bosque cazando o rastreando todo tipo de animales que le servirían para alimentar un día más a su familia. Su padre le había enseñado bien los trucos de todo buen cazador por lo que se podía dedicar a cortar leña o pescar mientras que su madre cuidaba de la casa. Vivían todos en lo más profundo del bosque, aislados, lejos del castillo, dónde nadie era dueño de nada ni de nadie. Por desgracia el rey no lo consideraba así. Un día llegaron hombres a su casa, les dijeron que eran esclavos del rey y que si no lo servían los matarían ahí mismo.

 

Así pues, a partir de aquel día fueron llamados "esclavos", esclavos del rey. No tenían nombre, no tenían derechos y no tenían esperanza. Eran tiempos duros, habían pasado de vivir en el bosque cazando, cultivando y pescando a trabajar en una mina recolectando carbón, acero y cualquier material valioso, para un rey que solo pensaba en su propia fortuna.

 

Día tras día mucha gente moría en los túneles, pero no sus padres, ya que el amor que entre todos se tenían les daba fuerzas para seguir adelante. Así pues un día el rey bajó a la cantina, iba acompañado de su hija la princesa y de su hechicero, así como de todo un regimiento de soldados que lo protegían de cualquier agresión, pero no de las miradas de odio de un pueblo torturado. El rey era un hombre grande y gordo, que destacaba al lado de su hija delicada y esbelta que miraba con repugnancia todo aquello que para ella no era más que suciedad. Todo el pueblo sabía porqué estaban ahí ese día. De vez en cuando, se hacían sacrificios humanos para que los dioses enviaran a un apuesto caballero fuerte y fértil que tomara a la hija del rey como esposa y diera a este muchos nietos varones para que así su legado no se extinguiera nunca.

 

Ese fue el día que lo cambio todo. No pudo abrazarlos, no pudo despedirse, no pudo decirles que les quería, solo vió como el hechicero señaló a sus padres con sus dedos escuálidos y dijo " dos vidas insignificantes por una plena", a partir de ahí todo fueron gritos y confusión, algunos esclavos se revolvieron, pero los guardias no tuvieron compasión. Solo pudo ver en los ojos de sus padres tristeza y desolación, no por miedo a la muerte sino por dejar solo a su hijo. Cuando vió a sus padres en el cadalso, los soldados les colocaron las piedras que ellos mismos habían excavado, para que con el peso se ahogaran aun más rápido. Solo pudo leer en los labios de su madre las palabra "te queremos" y en las de su padre "se fuerte..", tras decirlo todo se acabó.., el rey y sus acompañantes se dieron la vuelta satisfechos, todos menos el hechicero, que se quedó mirando unos segundos al pequeño cazador antes de sonreír y darse la vuelta. La muchedumbre se disipó y quedó sólo, de rodillas ante el cadalso, observando los cuerpos de sus padres colgando. Empezó a llover, y los truenos retumbaron en el cielo.

 

No sabía si era la lluvia o las lagrimas lo que recorrían su mejilla, no sentía nada, solo odio e impotencia. Se incorporó y subió al cadalso para descolgar a sus padres y enterrarlos antes de que vinieran los cuervos. Cuando los bajó, los tendió en el suelo y procedió a quitarles las piedras que tenían en los bolsillos. Al principio las sacó despacio, pero poco a poco la ira se apoderó de él y empezó a sacarlas y lanzarlas contra el suelo hasta que una de ellas al tirarla se rompió y de dentro salió algo parecido a un huevo de gallina. Era totalmente blanco y escamado.. por lo que se lo quedó observando hasta que una voz por la espalda le gritó:

 

-Eh tu, que tienes ahí?!! dijo el solado.

 

-(no contestó).

 

-Enséñame que escondes ladrón, dijo de nuevo el solado.

 

Se le acercó y le cogió del brazo con el guantelete frío de acero, a lo que él reaccionó girándose y dándole un golpe con la piedra blanca en la cara, consiguiendó así librarse de su opresor mientras veía como le sangraba un ojo. En ese momento empezó a correr, solo escuchaba las voces de alarma de los guardias, el tintineo de las vainas de las espadas que le seguían detrás y el crujido del puente de madera que subía ante él. Aun no estaba levantado del todo, y sabía que si paraba, los soldados lo matarían, por lo que empezó a correr por el puente levadizo mientras éste cada vez se levantaba más y más, llegó al saliente y sin pensarlo saltó. Cayó rodando sobre el camino pero sin detenerse a comprobar si estaba bien, se levantó y corrió mientras las saetas de ballesta le pasaban por todos lados. No sabía cuanto tiempo estuvo corriendo, pero cuando paró ya había parado de llover, era de noche y se encontraba en medio del bosque rodeado de oscuridad.

 

Tenía frío, estaba perdido y empapado, la luna brillaba esa noche con lo que se colaba algo de luz entre las terroríficas ramas secas de los inmensos arboles que sobre él se cernían. Andó un rato hasta encontrar un claro, en el que decidió pasar la noche por lo que se dispuso a encender un fuego.

 

Aun con el frío calado en sus huesos, solo hacía que mirar la extraña piedra blanca con forma de huevo hasta que dos ojos empezaron a brillar en la oscuridad que ante el se cernía. No se asustó hasta que vio las mandíbulas y garras que acompañaban esos enormes ojos brillantes. El animal salió con suavidad de la oscuridad, su pelaje era gris, y su tamaño no era inferior al de una vaca.

 

Se puso de pie, y el animal empezó a rugir. No era la primera vez que estaba ante un lobo, su padre y él ya habían cazado algunos cuando vivían en el bosque. Pero en aquella ocasión ivan armados, y ellos eran los cazadores, mientras que ahora, él era la presa.

 

Lentamente se acercó a la hoguera y cogió un tronco ardiendo, a la vez que apretaba fuertemente la piedra blanca contra su pecho. El lobo aulló y empezó una carrera hacia su presa abalanzándose sobre ésta con dientes y garras.

 

Con el palo en la mano se hizo a un lado y consiguió esquivar al lobo que con fiereza se lanzó de nuevo contra él, mordiéndole ésta vez el brazo de la piedra y arañándole el pecho con las garras. Rodaron por el suelo y la piedra cayó en la hoguera mientras ellos daban vueltas hasta que con el tronco en llamas le asesto un fuerte golpe en la cara al lobo, a lo que este respondió con un quejido agudo y soltándose para desaparecer entre la maleza.

 

Estaba temblando, se observó el brazo y vio cómo la sangre brotaba del inmenso bocado, se arrancó un trozo de tela de sus harapientos pantalones y tras envolverse el brazo, empezó a tambalearse cayendo junto al fuego y cerrando los ojos.

 

Ya se había hecho de día, el fuego se había apagado y sabía que tenía que moverse o moriría, quería volver a la casa del bosque que tenía con su familia, pero no sabía dónde estaba ni cuán lejos de ésta se encontraba. Empezó a andar cuando de repente la hoguera se encendió de golpe. Al darse la vuelta no daba crédito a lo que sus ojos veían, era una especie de lagartija negra con alas que se encontraba en medio de la hoguera retozando entre el fuego y haciendo pequeños ruidos. Se acercó y le tenidó la mano, la lagartija olisqueó la mano a la vez que lo contemplaba con sus ojos dorados, dudó un momento y se le posó en la mano a la vez que se acurrucaba y soltaba un pequeño bostezo de humo. El pequeño cazador se quedó tan pasmado que solo pudo decir la palabra: "Dragón".

 

Con su nuevo amigo, el pequeño cazador se puso en camino para encontrar su casa del bosque; era un bosque inmenso, nunca nadie había sabido hasta dónde llegaba, ya que solo se conocía el extremo que daba al castillo. Todos los arboles eran inmensos tanto de ancho como de alto, por lo que le resultaría fácil esconderse si venían a por él o a por su nuevo amigo. No obstante el bosque tenía sus propios peligros.

 

Pasó un tiempo hasta que encontraron su antiguo hogar en medio del bosque. Para ello, tuvo que recurrir a todo lo que había aprendido hasta entonces, y ocuparse de otra boca que alimentar. Su madre le había enseñado, que plantas del bosque servían para curar heridas, su padre le había enseñado el arte de la caza y él mismo había aprendido a sobrevivir.

 

El tiempo parecía no haber pasado en aquel lugar, estaba todo como el día en que lo abandonaron. En el interior de la casa, encontró el antiguo traje de cazador de su padre, hecho con pieles a la que añadió su capa de piel gris con la cabeza de lobo como capucha que él mismo había cazado. No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que dejó su hogar, pero el traje que antes no podía ni sostener, ahora le iba como un guante. Con el tiempo dejó de ser el pequeño cazador, convirtiéndose en un hombre, en un cazador. Y al igual que él, su cría de Dragón, era ahora una criatura majestuosa, fuerte y letal. Habían crecido como hermanos, eran la única familia que tenían el uno con el otro, pero el cazador recordaba bien quién había sido su familia, y quién se la había arrebatado.

 

Pasaron los años y ambos vivieron mil aventuras en el bosque. El Dragón no paraba de crecer y con él los pensamientos de venganza del cazador, pues no podía olvidar la muerte de sus padres. No obstante el cazador y el Dragón habían llegado a desarrollar un vinculo muy profundo y se cuidaban mutuamente el uno del otro, por lo que el cazador no quería poner en peligro la vida de su hermano por miedo a que éste resultara herido si intentaba matar al rey loco. Había decidido pasar su vida en paz, viviendo en el bosque, ajeno a los problemas del mundo exterior, disfrutando de la vida junto a su Dragón que muy pronto sería suficientemente grande como para volar y poder irse los dos algún sitio lejano en el que pasar sus últimos días ya que ya había alcanzado un tamaño parecido al de la casa.

 

Tras abandonar la idea de venganza, el cazador vio que era más feliz pensando en disfrutar de su bosque y de su Dragón, ya que pasaba el día entero con ambos. Así pues, al día siguiente por la mañana fueron de caza, y por la noche el Dragón se tumbo delante de una hoguera que el mismo encendió y se quedó dormido mientras el cazador le leía un libro viejo de su padre apoyado en su piel escamada. Al cazador le gustaba esa vida, y creía pensar que al Dragón también.

 

Lo levantaron de golpe, no sabía que pasada, vio su casa llena de soldados y movimiento por todos lados. Lo sacaron a rastras de la cama y de igual manera hasta fuera de esta a la vez que lo golpeaban. Estaba tendido en el suelo frente a su casa, notaba como le corría un hilo de sangre por la nariz, fue a echar mano de su puñal pero no encontró nada, solo pudo alcanzar a ver como un hombre tan grande como un gigante lo alzaba del suelo con las dos manos y con una voz potente decía: -¿Es él?

 

A lo que una voz mucho más decrépita y vieja contestaba: -Si, nuestro pequeño criador de dragones jijiji

 

-Vuelves a casa. dijo con una sonrisa burlona el hombre de dimensiones grandes un momento antes de darle un fuerte cabezazo por el que se desmayó.

 

Se encontraba en una celda, el olor era asqueroso, estaba desnudo y encadenado a la pared, junto a el yacía encadenado lo que alguna vez pareció ser un hombre, ya despojado de la mayoría de la carne probablemente por las ratas. Estaba furioso.

 

En el aquel momento se abrió la puerta y aparecieron dos hombres.

 

-Hola…- dijo el viejo escuálido con túnica.

 

-¿Quienes sois?- pregunto con voz débil el cazador.

 

El segundo, un hombre inmensamente gordo y con una gran papada contestó:

 

-Las preguntas las hacemos nosotros muchacho y más vale que te dirijas a mí cómo mi señor.- Le contestó el rey a la vez que le propinaba una torpe pero fuerte patada en el estomago.

 

-Tranquilo mi señor ya habrá tiempo de matar a este pobre infeliz jijijij. -dijo el viejo con túnica.

 

-Conozco esa sonrisa hechicero….- dijo el cazador.

 

-Cállate sucio despojo de carne, hemos venido a que nos digas dónde está ese Dragón tuyo, así que dinos lo que queremos y te daré una muerte digna. -atestó el rey.

 

-Os voy a matar. -dijo el cazador.

 

A lo que el rey contestó cogiéndole del cuello:

 

-A quién vas a matar imbécil, estás en mis mazmorras, nadie sale vivo de aquí, nos dirás lo que queremos saber y lueg..

 

Antes de que acabara la frase, el cazador le escupió sangre en la cara al rey, lo que dibujó acto seguido una sonrisa en su rostro.

 

-VAS A MORIR EN LA HORCA! gritó el rey aun con la sangre en la cara mientras estampaba la cabeza cogida por el cuello del cazador una y otra vez en la pared.

 

-Mi señor no! tenemos que saber dónde se esconde el dragón, lo he visto volando con mis propios ojos desde mi torre. Volaba justo donde hemos encontrado a este pobre infeliz!

 

-<¿Volando…, Dragón ya vuela? ojala estés lejos de aquí querido amigo…>

 

-Yo soy el rey y digo que una de tus pócimas te han nublado la mente, ya no sabes que ves hechicero. Ahora llévate este hombre al patio y que lo ahorquen.

 

Era su final, estaba tan débil que no podía ni subir al cadalso. Al menos habían tenido el detalle de vestirlo con su traje de cazador, aunque la capa de lobo la llevaba puesta el hechicero, que se encontraba al lado del rey.

 

Como si de un desfile se tratara, el rey paseaba por el cadalso gritando y maldiciendo ante todo el pueblo, todos estaban callados, esa imagen ya la había vivido, era la misma que el día que colgaron a sus padres, pero ese día, él estaba entre las gentes que lo miraban. La princesa miraba orgullosa desde su ventana la escena, con una sonrisa de desprecio y a la vez de curiosidad mientras una sirvienta le cepillaba el pelo.

 

-Mátalo ya padre!! - gritó la princesa. - Que empiece el espectáculo!

 

Entonces el rey calló, y se acercó a él para propinarle una última bofetada mientras estaba sujeto por un guardia en cada lado. Cayó de rodillas. Lo levantaron y le pusieron la soga. El sol lo deslumbraba, por lo que cerró los ojos y se preparó para morir feliz, pues sus últimos días, habían sido los mejores de su vida.

 

De repente se hizo de noche, pues el sol quedó eclipsado por una enorme sombra que se había posado en las murallas. 3 segundos de silencio fueron los que precedieron a los gritos y al sonido de espadas. Dragón había venido a salvarlo, el rey empezó a gritar muerto de miedo, mientras los soldados corrían de un lado para otro gritando ordenes. Dragón empezó a soltar bocanadas de fuego, primero hacia las murallas, en las que se habían apostado unos pocos ballesteros; su fuego era letal, pero sus gritos desgarraban hasta el último atisbo de valor en los hombres. En medio de la confusión, el Cazador dio un codazo a uno de sus opresores que lo tenían cogido, se quitó la soga del cuello y dio una voltereta hacia atrás.

 

El soldado que había estado sosteniendo su brazo derecho desenvainó su espada para intentar asestarle un tajo mortal en el cuello, a lo que el cazador respondió esquivando a este y dándole una patada en el gemelo para tirarlo al suelo. El soldado cayó del cadalso y se quedó inconsciente. El segundo soldado ya recuperándose del codazo se abalanzó sobre el cazador con una daga en mano. En esta ocasión los dos cayeron cortando este en el costado al cazador. El cazador se levantó cogiendo la espada del guardia inconsciente y asestando un tajo en la muñeca del guardia con la daga que corrió tras haber perdido la mano.

 

La gente corría de un lado hacia el otro, y los soldados empezaban a organizarse para dar caza a la increíble bestia. A quión no vio venir el cazador, fue al hechicero que se lanzó desde el cadalso encima suyo tirándolo al suelo. Rodaron hasta acabar el cazador debajo del hechicero, con sus dedos de viejo apretándole el cuello, buscó la espada que había robado pero lo que encontró fue la mano con la daga aún cogida, que clavo en el corazón del hechicero. Cogió la capa con capucha de lobo y se incorporó. El rey y sus soldados se estaban retirando, en ese momento Dragón inició el vuelo de nuevo para hacer una pasada lanzando fuego por el patio, por lo que Cazador corrió hacia las escaleras de la muralla que tocaba con el patio, desde la cual vislumbró un grupo de ballesteros apuntando a Dragón. Cazador cogió un arco medio chamuscado que estaba al lado de un cadáver así como un carcaj y sin que le importara el caos, los soldados y los cientos de personas que por su alrededor se encontraban, cargó y soltó hasta que ningún ballestero pudo mantenerse en pie.

 

El rey había desaparecido, Dragón estaba en medio del patio masticando un soldado como si se tratara de una rama de olivo, a la vez que los soldados que tenia debajo gritaban y maldecían mientras la sangre de su compañero los bañaba. En la otra muralla un grupo de soldados habían dejado las ballestas y las espadas tras ver que ningún efecto surgían sobre Dragón, por lo que en los torreones empezaron a montar lanza vítores. En ese momento Cazador supo que tenían que irse de ahí, Dragón era un blanco fácil y él estaba herido.

 

-DRAGÓN! - gritó cazador.

 

A lo que Dragón giro el cuello y contestó con un grito. En ese momento empezó a agitar las alas. Cazador se colgó el arco chamuscado a la espalda y empezó a subir las escaleras hacia lo alto de la muralla, recorriéndola a toda carrera sin saber muy bien hacia dónde ir. Dragón ya en el aire, emprendió el vuelo directo hacia él, pasando la cabeza por debajo de las piernas de Cazador mientras corría, Dragón simplemente cogió impulso empujando las piernas contra la muralla para alzarse hacia el cielo. Cazador se agarró a él y vio como cada vez el palacio se hacía más y más pequeño, lo habían conseguido, habían escapado los dos juntos, Cazador no podía creer lo que estaba pasando, solo podía reír y gritar de felicidad mientras su compañero lo llevaba hasta el cielo. Pero de repente algo les alcanzó y Dragón dejó escapar un gemido de dolor… Cazador giró la cabeza y vio la espalda de Dragón atravesada por un virote casi del tamaño de un humano.

 

-Nooooo! - Gritó cazador mientras veía como su hermano Dragón empezaba a perder fuerzas..

 

-Noooo.., por favor! -Grito el cazador a lo que Dragón contestó con un gemido fuerte y poderoso que le sirvió para aletear mientras caían, pero no fue suficiente.

 

Estaban cayendo y cazador no hizo más que agarrarse a Dragón con todas sus fuerzas. Por un momento el tiempo se detuvo, las dos miradas se cruzaron, Cazador vio más allá de los ojos de Dragón, sintió afecto, amor y entrega..; ya cuando llegaban al suelo, Dragón dio un giro en el aire haciendo que cazador se desenganchara de su cuello para poder cogerlo con las enormes garras de Dragón y hacer una bola envolviendo a Cazador. Cuando impactaron en tierra, Dragón gritó y un estruendo se hizo a su paso. Cazador abrió los ojos, estaba bien, pero su amigo…

 

Se incorporó rápidamente y acudió a la cabeza del dragón de la que salía sangre de la boca, éste lo miró y apoyó su cabeza en los brazos de Cazador.

 

-Te quiero Dragón.., siempre te querré… -dijo el Cazador con los ojos en lagrimas mientras le tendía la mano.

 

Dragón le lamió la cara y apoyó la cabeza en las manos de Cazador, dejando escapar una lágrima antes de cerrar los ojos y soltar un bostezo con humo como había hecho el día que nació. La sangre inundó el lugar y de ella salieron rosas que cubrieron de rojo cuanto alcanzaba la vista.

 

Tras dejar marchar a su hermano, Cazador no pudo más que decir entre susurros : venganza… VENGANZA -gritó esta vez, VENGANZA! -Gritó de nuevo al ver que habían caído al lado de la casa del bosque, Dragón había dado la vida por él, lo había salvado y lo había llevado a casa, su hogar, no la casa de Cazador, sino la de ambos. Cazador estaba furioso, sus lagrimas no eran ya de pena, eran de odio, odio por los asesinos de sus padres, por los asesinos de su vida y por los asesinos de su hermano Dragón. Esa noche no salieron las estrellas, esa noche enterró a su amigo al lado de su casa y con las fuerzas que le quedaron fue hasta el inicio del bosque, se posó en la rama más fuerte, del roble más alto en silencio, buscando a las estrellas que esa noche habían decidido desaparecer, quizá con el mismo propósito que el suyo.. Venganza.

 

Las luces se apagaron. El castillo quedó a oscuras y la paz y el silenció se hicieron reyes del lugar. Era el momento. Su celebración empezaba ahí y ahora.

 

Bajó del árbol con agilidad y cayó dando una voltereta que le hizo apretar los dientes, pues la herida del costado le estaba pasando factura. Llegó hasta la puerta del castillo, que se encontraba subida. Parecía que en las murallas no había nadie, por lo que era el momento ideal para asediarlas. Cruzó el foso nadando y cuando llegó al puente de madera empezó a escalarlo con una flecha en cada mano que clavaba con firmeza a cada movimiento de escalada que hacía. Tras llegar a lo alto casi exhausto, vio únicamente dos guardias en el lado opuesto de la muralla. Los ignoró y se mezcló con las sombras hasta llegar a la pared donde en lo alto, estaba la ventana de la habitación de la Princesa. Cogió una cuerda que había apoyada en un carro, ató una punta a una flecha; cargó, soltó y la flecha entró por la ventana clavándose en el techo de la habitación. Comprobó que era seguro y empezó a trepar. Llegó hasta la ventana y asomó la cabeza para ver si había alguien.

 

Lo que observó lo dejó boquiabierto. Estaban el rey y la princesa retozando en la cama de ésta, tan ajetreados que no se habían ni percatado de la flecha clavada con la cuerda. El Cazador entró lentamente por la ventana hasta colocarse frente a la cama.

 

-Hola…!,- dijo cazador mientras se bajaba la capucha de cabeza de lobo.

 

Las dos personas saltaron del susto y se taparon hasta el cueyo.

 

Cazador sacó dos flechas apuntando una a cada objetivo y las cargó en el arco quemado a la vez que decía:

 

-Si gritáis os mataré.

 

El rey temblando respondió- pero quién demonios eres tú, porque me atormentas a mí y a mi reino…?

 

-Mi nombre es Pequeño Cazador.., tú me lo arrebataste!!, me arrebataste a mis padres, me arrebataste mi vida y me arrebataste a mi hermano Dragón, me lo arrebataste todo, a mí i a todo el pueblo vive aquí!!!

 

-Pero yo soy el rey, tengo derecho! quédate a mi hija si quieres, se el príncipe que siempre ha esperado, por el que tantos sacrificios hemos hecho!

 

-No eres rey, ni yo soy príncipe, ni ella es princesa… Sois dos vidas insignificantes por una plena.

 

En ese momento Cazador soltó la cuerda y las flechas impactaron entre los ojos de sus presas, tiñendo de rojo la cama y cobrando las venganzas de todos quienes habían sufrido la opresión del tirano rey loco.

 

A partir de este punto, nunca se supo cual fue el final del Cazador, algunos dicen que se quedó en el castillo y liberó a todos los esclavos ofreciéndoles un reinado justo y bueno. Otros, dicen que murió a causa de sus heridas y subió a las estrellas con su hermano y amigo Dragón. Lo que si se dice, es que será recordado como un héroe.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

bottom of page